Inicio / Turismo / La ermita de Santa Ana, un templo religioso convertido en espacio cultural
Por Esmeralda Torres
26 March 2020
“Cuando hacemos visitas guiadas, el público no acredita que la ermita llegara a convertirse en una churrería”. Entre sorpresa y alucinación escuchan esta afirmación los viajeros que llegan hasta la ermita de Santa Ana en San Vicente de Alcántara, una joya religiosa del barroco reconvertida en espacio cultural.
La historia de la ermita de Santa Ana ha transcendido menos de lo que a los sanvicenteños les gustaría. “No se sabe ni en qué año dejó de utilizarse para el culto, no tenemos documentos que lo demuestren”, lamenta David Cuño, concejal de Cultura e historiador del arte. Él mismo ha tratado de investigar su origen y el devenir de los años entre sus columnas, apenas sin éxito. “Cuando estudiaba la carrera me quedé atónito al descubrir en un libro una foto de la ermita: era un vertedero, las paredes estaban totalmente negras y todo lleno de basura”, confiesa. Sus declaraciones dejan boquiabierto a todo aquel que las escucha. “También fue un almacén mortuorio y una churrería. Llegó a tener una chimenea hasta hace poco”.
Fueron los vizcondes de la Torre de Albarragena quienes mandaron a construir este edificio religioso. “Ellos - Juan Luis de Cabrera y del Barco y María Manuela Calderón Palao - vivían en una finca cerca de San Vicente, en la carretera de Alburquerque y tenían una casa señorial frente a lo que hoy es la Iglesia de San Vicente Mártir”, apunta el edil al mismo tiempo que subraya que “eran bastante influyentes”. Su mecenazgo permitió la construcción de esta “ermita de barrio” en el 1709, un templo religioso de una sola nave erigida en dos tramos y con el estilo rococó que caracterizó el final del Barroco. Se refiere a un estilo abundante y recargado, notorio en las cornisas y la cúpula. “Las cornisas tiene adornos en estuco y la cúpula frescos de temas florales y cabezas de angelito llamadas querubines”.
Rehabilitación en 1998
La salvación de esta ermita fue la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Extremadura en 1994. “Dado el estado en el que se encontraba el edificio y conocida la riqueza patrimonial que tenía, el ayuntamiento decidió ponerse en contacto con la Caja de Badajoz, para que hiciera frente a la compra del inmueble”, relata Cuño. Corría el año 1992 y el alcalde de San Vicente de Alcántara era Gabriel Mayoral, consejero general de una caja que presidía Antonio Mendoza, con el que consiguió llegar a un acuerdo. Un trato por el que el banco adquirió esta propiedad privada para cederla al consistorio, y que éste iniciase los trámites para declararla BIC y, así, poder recuperarla.
“Y ya nos metemos con la obra, que sin ver el archivo no podemos saber la fecha exacta en la que se inició, pero en torno a 1997”, cuenta el concejal, que ha escuchado contar las curiosidades y anécdotas de boca del mismísimo Mayoral. Su arquitecto fue Santiago Martín y se realizó en dos fases, una con fondos del Ejecutivo regional y otra con fondos europeos del programa Interreg a través de la Diputación de Badajoz. “Se inauguró en una Feria de San Miguel con una exposición sobre el corcho, e imagino que con una gran relevancia porque la población no sabía qué había allí dentro”. Desde entonces, y por suerte, los sanvicenteños disfrutan del templo religioso más antiguo de la localidad convertido en un bello espacio cultural.