Inicio / Turismo / El bollo de Pascua, el sabor del Domingo de Resurrección valenciano
Por Esmeralda Torres
30 March 2018
La estampa de estos días es igual en todas y cada una de las panaderías valencianas. Un sinfín de bollos de pascua se traspasan de manos: de padrino a ahijado, de madrina a ahijada, o de todos para todos. La Pascua es una de esas tradiciones que tiene un fuerte arraigo en Valencia de Alcántara, más allá de la magnitud de sus actos en Semana Santa. Y es que, como dicta la tradición, nadie se salva de recibir una visita especial condimentada con mucho azúcar y lista para llevar y degustar en mitad del campo.
“Ese día, la gente sale al campo y se junta con amigos para comer”, declara Eva Cascos, propietaria de la panadería pastelería Sucre. Vecina y empresaria de este municipio cacereño, explica que se trata de una tradición por la que la madrina debe regalar al ahijado este dulce tan característico y peculiar. “Lleva un huevo en el medio, que se cuece cuando se mete el bollo en el horno. Luego se le ponen como unas tiritas arribas”, detalla.
El paladar de los vecinos de Valencia de Alcántara son tan fans de su gusto que de un tiempo a esta parte también se comen más allá del Domingo de Resurrección. De hecho, en Sucre se elaboran a diario, y la clientela se los rifa antes de que lleguen al mostrador. “Podríamos vender más pero solo hacemos una masa diaria de la que salen unos 22 bollos”, una cifra que nada tiene que ver con la que cocinan los hornos de esta pastelería. “El año pasado en Semana Santa se vendieron como unos mil bollos”, afirma la empresaria. “Es muy tradicional”.
La receta
Este dulce tradicional de la época de Pascua se caracteriza por un color amarillo azafrán y una forma redondeada. Muchos dicen que se parece a un queso de tetilla pero su elaboración reconduce a otro sabor.
Su receta pauta que se necesita harina, levadura, aceite de oliva y azúcar. Que también lleva una ración de aguardiente y otra de anís en rama, y que se entremezclan con hierba luisa, palos de canela y cáscaras de naranja. Quizá, también, con algún otro secreto de chef que Eva no revela.
Tras preparar la masa con todos los ingredientes, se hacen porciones homogéneas del tamaño de un puño que se dejan fermentar durante varias horas. Y antes de entrarlo en el horno es hora de darle su toque más característico: se untan con clara de huevo y se espolvorean con azúcar, y se deja en el calor hasta que la masa, como la del pan, se haya hecho.
Es entonces cuando ya está listo para llevar, regalar y tomar. Eso sí, en mitad del campo de Valencia de Alcántara y rodeado de familia y amigos. Buen provecho.