Inicio / Cultura / La Plaza Alta, eterna cuna del flamenco
Por Esmeralda Torres
23 April 2019
La Plaza Alta siempre fue el sarao más codiciado, tanto por lugareños como por allegados. Quizá, por esa relación que investigadores e historiadores establecen entre el flamenco y la influencia árabe; quizá, por la fusión del pueblo extremeño con el gitano, al que muchos autores atribuyen la grandeza de este arte. Donde no se abren interrogantes es en la ambición que continúa despertando su embrujo, aún vivo entre los más (y menos) jóvenes que siguen haciendo de la plaza rojiblanca la cuna del flamenco del siglo XXI.
No es una plaza fácil. Nunca lo fue. Así lo cuenta su historia, la misma que augura que el lugar pudiese ser frecuentando ya en la desconocida era romana, cuando las danzas orientales tartésicas - con sus respectivas músicas, instrumentos y atavíos del baile - pasaron a formar parte de la Hispania de la época de Augusto. Es en ellas donde Manuel Iglesias, autor de Badajoz, ciudad flamenca, establece un posible origen del flamenco. Una teoría que arrebata el protagonismo (al menos por completo) a Andalucía en cuanto a raíces se refiere, poniendo el acento en la influencia árabe que, sospechosamente, tiene la cultura flamenca y que llegó a la ciudad fundada por Marwan al mismo tiempo que a la rica Al-Andalus. Y que el autor ejemplifica con solemnes paralelismos entre el ‘magam’ y los palos flamencos, y los ‘ayeos’ y compases binarios. E incluso los cantos sinagogales que ya tenían por costumbre jalear.
Los extremeños se alimentaron de aquella música con un compás idéntico a las seguidillas gitanas. Al menos así lo sostienen las investigaciones, y las raíces de la Plaza Alta donde la cultura gitana se enriqueció de venta ambulante y artesanía. Pero también del flamenco por el que apostaban nombres que la hicieron suya esta plaza desigual y colorida. Al del Porrina, su cantaor más representativo y universal, le siguen los de El Musiquina, La Marelu o Juan Salazar, entre muchos. De ahí que, bajo ninguna excusa, el ciclo de Flamenco en la Plaza Alta pueda subirse a otro escenario. Así lo defiende Paloma Morcillo, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Badajoz: “seguimos considerando que es la cuna donde nació el flamenco y donde están sus raíces, por eso cuando nos plantean sacarlo fuera de las Casas Consistoriales o llevárnoslo a otro auditorio replicamos que para eso ya tenemos otras actividades”.
Y es cierto que Badajoz apuesta por el flamenco en la mayoría de sus actividades culturales asiduas al calendario local; véase el Festival de Flamenco y Fado o la programación de la Noche en Blanco. Pero ninguna atrapa con el encanto que lo hace este ciclo. Es la magia de las Casas Consistoriales, “ese ámbito pequeñito y reducido” que “nace como algo recogido y familiar y que se convierte en una fiesta flamenca”, asegura Morcillo. Ese espacio que da un pellizco al ver interpretar a cantaores y bailaores como en casa.
Un reflejo de las relaciones con Portugal
El ciclo de Flamenco en la Plaza Alta cumple 11 años. Arrancó cuando la UNESCO declaró este arte como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y casi coincidiendo con la rehabilitación de la Plaza Alta. Desde entonces y hasta ahora, los de casa siempre han cobrado protagonismo en su cartel, que marca una cita en los primeros viernes del mes de abril a noviembre. Y junto a ellos, de la mano, los del otro lado de la frontera “que de alguna manera están también reflejadas en el programa”, dicta la concejala.
Le toma la palabra Ana León, responsable de Actúa Ibérica, la empresa que produce esta edición. Dice que poseer tal cantera es una fortuna pero a la vez una dificultad a la hora de programar: “así es fácil pero también complicado porque hay mucho y bueno”. Y comienza a desgranar la programación justificando esa apuesta por los lazos rayanos. “Para representar el flamenco relacionado con la frontera, sin duda alguna la familia Vargas era la escogida”, afirma la productora. Habla del origen luso de Miguel Vargas, el guitarrista que disfrutó de su niñez en Portugal y de la madurez en Mérida, y que su trasiego y lucha fuera de la región ha conseguido el reconocimiento del toque que suena a Extremadura. Será el encargado de subir el telón este viernes, 26 de abril, junto a su hijo Juan, su cuñado José Jiménez - bajista que aporta ese toque peculiar a su melodía -, y la cantaora almendralejense Nuria Clavería.
“Cómo no, no podían faltar en Badajoz”, anuncia León en referencia a otros de los grandes nombres de la ciudad. Alude a La Kaíta y Alejandro Vega, sangre de la Plaza Alta por su parentesco con la familia Porrina. Sus cantes, centrados en el flamenco autóctono con inigualables compás y quejíos, llegarán el 4 de octubre junto a la guitarra de Juan Vargas tras recorrer los festivales más emblemáticos. Un reconocimiento del que también presume otra de las grandes apuestas del cartel, Miguel de Tena. Este referente nacional del cante flamenco volverá a Badajoz el 22 de noviembre acompañado de la guitarra de Antonio de Patrocinio hijo para demostrar una vez más por qué posee una Lámpara Minera y el Melón de Oro del Festival Nacional de Lo Ferro.
La figura de la mujer y la juventud
La programación demuestra que, desde sus inicios, el ciclo de Flamenco en la Plaza Alta ha apostado por nombres extremeños que potencien las raíces del flamenco en la región. Pero esta edición también lo hace por la figura de la mujer y la cantera flamenca de la tierra. Así, bajo esta premisa, Esther Merino subirá al escenario de las Casas Consistoriales el 17 de mayo, y lo hará en compañía de su guitarra habitual, la de Joaquín Muñino. Lo hará también Carmen La Parreña, el 7 de junio. “En mi espectáculo se podrá ver un recorrido por los distintos estilos que tiene el flamenco, y por supuesto, por los estilos autóctonos, los jaleos y los tangos”, confiesa la bailaora, que se muestra especialmente agradecida por incluir la danza en la programación. “No siempre se puede contar con el baile, así que es un placer”.
Otro de los nombres femeninos de esta edición es el de Miriam Cantero, que en esta ocasión no subirá sola al tablao. Le acompañará Paquillo El Levita, la guitarra de Rodrigo Fernández y el baile de Andrés Malpica en un compendio de punteros artistas. “Va a tener un sabor muy fresuquito y diferente y mucha alma, porque hay muchos corazoncitos diferentes con muchas ganas de expresar y compartir”, describe El Levita. “Va a ser un espectáculo cargado de energía y buen flamenco”.
Una muestra de que Badajoz respira este arte, y de que Badajoz cuenta con artistas puros que saben pellizcar el alma como solo sabe hacerlo la eterna cuna del flamenco.