Escapadas

Castelo Branco, ruinas de una historia defensiva

La ciudad presume de la riqueza patrimonial de su museo y sus jardines episcopales

Su enclave estratégico, y todas las batallas bélicas que calla, es razón más que suficiente para descubrir a pie y de primera mano Castelo Branco. A poco más de cincuenta kilómetros, Castelo Branco asoma como nudo de comunicaciones de la Beira Baixa y como un baúl de recuerdos en el que abundan las ruinas de una historia defensiva. Un castillo herido por la frontera, calles medievales que contagian su encanto y una riqueza patrimonial representada en jardines arbolados son reclamos turísticos de la capital del distrito que toma su nombre.

Fachada de la catedral de Castelo Branco. Foto: BRUZO CRUZ.

10:00 Las vidrieras de la Sé

El recorrido en Castelo Branco parte de su Sé o Igreja de São Miguel, declarada Inmueble de Interés Público desde 1978. Su monumental fachada, libre de detalles como muestra de la austeridad de la época, poco adelanta de la riqueza patrimonial que custodia en su interior. Abundan los altares religiosos, vidrieras divinas y distinguidas pinturas en la construcción, de una sola nave separada del presbítero por un bello arco renacentista. Son visibles los elementos de diferentes períodos, como el arco de cruce del siglo XVI, los retablos y paneles del XVIII y el presbítero y la sacristía de los siglos XVIII y XIX.

Mujeres bordando las colchas tradicionales del municipio. Foto: CELIA DOMINGUES.

11:30 La tradición de sus colchas artesanales

A continuación, el viajero pondrá rumbo al palacio episcopal, una sobria construcción del siglo XVIII que alberga el Museu de Francisco Tavares Proença Júnior. En la planta baja encontrará una excelente muestra de hallazgos arqueológicos de los alrededores que no le dejará indiferente. Pero si algo captará su atención es la exposición del piso superior, dedicada a las famosas colchas de Castelo Branco. Se trata de cubrecamas de lino bordados de seda y colchas con patrones y técnicas inspiradas en los tejidos que traían los primeros exploradores portugueses. Si lo visita durante los días laborales podrá ver a las mujeres aplicadas en su confección.

Imagen de los jardines episcopales. Foto: LAURINE & MATTHIEW.

13:00 Verde arte ornamental

Junto al museo se halla un auténtico capricho barroco. Se trata del jardín epicospal, una serie de setos recortados y pequeñas estatuas de granito que visten de verde el arte ornamental. Entre sus figuras se encuentran las estatuas de los reyes españoles que reinaron en Portugal, Felipe I y Felipe II: percátese de que son más pequeñas que las de los monarcas portugueses. También de la fuente escondida que se pone en funcionamiento al dar unas palmadas, justo a los pies de la escalinata del rey. Ésta fue construida por encargo de un obispo del siglo XVIII a quien le gustaba mojar las enaguas de las doncellas por sorpresa.

Interior de Praça Velha. Foto: ANDANDO PO AHÍ.

14:30 Un almuerzo templario

Para comer diríjase hasta Praça Velha (Praça Luís de Camões, 17), un restaurante erigido en una antigua residencia de los templarios situada en el barrio antiguo. El almuerzo cobrará sentido desde que tome asiento y disfrute de la ambientación del edificio: de techo medieval de madera y suelos y columnas de piedra. Los lugareños recomiendan los especiales con todo incluido o el fantástico bufé de los domingos.

Detalles exteriores del Dommus Municipalis. Foto: EXPLORE CASTELO BRANCO.

17:00 La huella de la historia

Después de almorzar el viajero necesitará dar un paseo para ayudarse a la hora de hacer la digestión. Parta del Arco del Obispo e imagíneselo como una de las entradas de la muralla que rodeaba la ciudad, y continúe hasta el Cruceiro de São João, un templo religioso construido en el siglo XVI de cuya capilla no queda rastro, y que aún así presume de ser Monumento Nacional. Continúe la ruta contemplando el llamado Dommus Municipalis, un edificio del siglo XVI que pasó de ser ayuntamiento a tribunal de justicia, cárcel y más recientemente biblioteca municipal.

Torre del castillo. Foto: ARQPATRIMONIAL.

19:00 La agonía de su castillo

Inicie la escarpada hasta la cima de la colina que los romanos llamaron Cardosa para fantasear con la era dorada del castillo que le dio nombre al municipio. Disfrute del ascenso y de los antiguos y pintorescos callejones que conducen hasta la fortaleza. Una vez arriba intente interpretar la historia a partir de lo poco que queda de la fortificación que construyeran los caballeros templarios en el siglo XIII, y ampliase Dom Dinis. Se trataba de un castillo junto a una muralla con una serie de torres que permitían la vigilancia del territorio portugués, y que sufrió daños irreparables a partir de las guerras con España y la invasión de las tropas francesas. Donde se erigían sus murallas hoy se encuentra un jardín con un mirador conocido como Miradouro de São Gens, cuyas vistas son inmejorables.