Agronatura

Huertos ecológicos, una alternativa sostenible y laboral

Tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, Toñi Refolio cambió la paleta por el zacho

Las canas de Toñi delatan experiencia. Experiencias que le han llevado a ver cómo evoluciona la sociedad y cómo la sociedad te hace evolucionar. Albañil de la construcción, con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria se vio obligado a deshacerse de la paleta y a buscar una alternativa, laboral. Familiar de agricultores, no lo dudó y apostó por cambiar él también la misma sociedad que le había impuesto cambios: la agricultura ecológica.

Toñi en su invernadero de Valencia de Alcántara. Foto: RAYANOS MAGAZINE.

Toñi comenzó esta aventura hace siete años. Entonces, regentaba algunas fanegas menos que las que suman sus pequeñas explotaciones en la periferia de Valencia de Alcántara, la aldea fronteriza de La Aceña de la Borrega y la del Prao. Y -cómo no- menos experiencia. “Cuando empiezas te equivocas mucho, y todas esas equivocaciones las pagas. He tenido cada fracaso que… Desde cero cuesta más, pero ahora tengo un proyecto bonito”, presume con una sonrisa el agricultor.

Lechugas y tomates en el invernadero de Valencia de Alcántara. Foto: RAYANOS MAGAZINE.

Y tan bonito que luce el invernadero de Valencia de Alcántara. Entre alguna que otra variedad de lechuga abundan tomateras amarradas –“exactamente 850 plantas”, repunta Toñi – que ofrecen recolecciones más saludables y, especialmente, producciones más saludables. El hombre explica que, durante las primeras semanas, le quita todo el ramaje cuidándole especialmente la guía. “No se te olvide que el tomate de mesa tiene que tener presencia”, reivindica. Y así, el fruto no se pudre.

Toñi en el invernadero. Foto: RAYANOS MAGAZINE.

Mientras que abre los ramajes para ver alguna tímida flor, Toñi cuenta que de cada planta obtiene unos cinco kilos de tomate de buen calibre, y que se tira muy poco. Siempre y cuando la mata no haya sufrido contratiempos como los que dañaron la anterior plantación, que se vieron dañadas por las bajas temperaturas. “Se me helaron todas, a pesar de que les puse brasero y todo”, cuenta. Un hecho que demuestra el esfuerzo que requiere la agricultura ecológica durante su crecimiento y desarrollo. De hecho, el sacrificio comienza antes de que las raíces de la planta tomen contacto con el terreno. “Aquí no ha hecho falta porque el anterior propietario ha tenido ovejas, si no le echo estiércol o humus de lombriz”, explica mientras asegura que en su nave no hay más que azufre y algunos extractos de flores.

Las manos de Toñi sobre sus tomateras. Foto: RAYANOS MAGAZINE.

 

Concienciación social

Entre los tres terrenos, Toñi cría tomate, lechuga, acelgas y guisantes, entre otras hortalizas. Para darle salida, cuenta con la venta a una empresa de Arroyo de la Luz que se dedica a la distribución en la capital cacereña y en Mérida. “Normalmente recolecto a lo largo del lunes para enviarlo el martes a primera hora y esa misma tarde ellos reparten”, detalla. Una planificación con la que se garantiza al cliente que el producto llega totalmente fresco a su mesa. “No tiene nada que ver con las otras producciones, que pueden estar dos meses en cámaras y una semana en el supermercado”.

Semilleros en el invernadero de Valencia de Alcántara. Foto: RAYANOS MAGAZINE.

Además, Toñi también comercializa sus producciones en la venta ambulante de Valencia de Alcántara. Esta clientela es la que le hace afirmar que aún queda mucho por hacer en cuanto a al concienciación social. “Vendo más a extranjeros, la gente de aquí aún no está concienciada”, lamenta. Reconoce que es cierto que en sus siete años de trayectoria en el sector se han notado cambios, pero que aún “hay muchos que se creen que es una bobada, que es lo mismo o incluso peor”.

Toñi durante la entrevista en el invernadero de Valencia de Alcántara. Foto: RAYANOS MAGAZINE.

Quizá por la imposición social de lo masivo, quizá por el ligero incremento de su precio, la agricultura ecológica -de momento- no es más que una alternativa. De lo que no cabe duda es de que esta alternativa, además de ser sostenible -y laboral para muchas personas como Toñi-, es la mejor opción gastronómica para la auténtica mesa.