Cultura

La alfarería, de tradición a patrimonio cultural de Salvatierra de los Barros

La artesanía con barro se defiende ante las emboscadas de nuevos hábitos y costumbres como alternativa al uso del plástico

Hace unos días el extremadurismo se vio exaltado. Todos somos asina durante el 8 de septiembre, pero más allá de esta fecha, muchos siguen ensalzando las tradiciones más arraigadas a la comunidad de la bandera verde, blanca y negra. Un claro ejemplo es el acervo de la alfarería en Salvatierra de los Barros, sello de identidad de la localidad pacense y oficio que sobrevive estrechando lazos con Portugal.

Las magdalenas, las barberías y el vermú se han vuelto a poner de moda, y en Salvatierra de los Barros también quieren que lo haga el botijo. Y/o cualquier otro elemento elaborado de forma artesanal a partir del barro. La alfarería ha sido la seña de identidad y el motor industrial de este pueblo, que tiene miedo a la desaparición del oficio. Así lo manifiesta José María Guisado, presidente de la Asociación de Alfareros, quien pone en pie cifras y datos: Salvatierra de los Barros llegó a contar con 70 talleres abiertos al mismo tiempo; hoy solo mantienen sus puertas abiertas 16 alfarerías, “y de ellas, solo cuatro somos jóvenes entre comillas, con entre 46 y 48 años”.

La principal ponzoña que le amenaza es la falta de relevo generacional. “Es un trabajo que se aprende de padres a hijos, y los hijos no ven futuro en el oficio y optan por buscarse otra forma de ganarse la vida”, admite Guisado, quien recuerda con nostalgia cuando su pueblo llegó a ser uno de los centros alfareros más grandes de España. “Mientras que solo cuatro vivían del campo, el resto del pueblo vivía de la alfarería”. Es su caso. Guisado confiesa que cuando era un niño aprovechaba cada vez que su padre bajaba del torno para subir él e intentar modelar. Y que desde pequeño ha visto y querido el barro y la cerámica que abrillantaba y decoraba su madre. “Aquí le decimos bruñir”, anota refiriéndose al trabajo de pulir y pintar.

La importancia de la mujer

Guisado comparte la gerencia de la empresa con su hermana, que “pinta con un trozo de lata, tal y como aprendió de mi madre y ésta de su abuela”. Toda su vida ha transcurrido entre piezas de barro e investigaciones de nuevas formas, texturas y materiales. Y valorando la importancia de la figura de la mujer en la alfarería. “Sin su mujer, el alfarero pintaba poco”, asegura el presidente. “El hombre estaba pendiente del torno mientras que era la mujer la que pegaba las piezas, bruñía y decoraba”.

A estas labores contribuía que los talleres solían estar dentro de la misma casa donde vivían los alfareros. Algo que les permitía compaginar las tareas del hogar y el cuidado de los hijos con la artesanía. “Estaban todo el día trabajando, sin las mujeres hubiera sido imposible sacar adelante tantas piezas”.

Una postura que respalda Francisco Saavedra, otro alfarero salvaterreño. Él cuenta cómo el trabajo físico corría a cargo del hombre mientras que el creativo llevaba el sello de la mujer. “De poco servía que el hombre lo hiciera muy bien si la pieza no se terminaba como debía terminase”, dicta. Un trabajo en equipo que aún se mantiene. “De momento solo ha salido alguna hija de alfarero puntual que ha hecho alguna pieza concreta, pero por lo general ellas siguen ocupándose del segundo paso”. En su negocio, también. “En mi alfarería trabajamos mi mujer y yo formando un equipo: el uno sin el otro no sería posible”.

Recuerdo del auge del barro en Salvatierra de los Barros. Foto: AMIGOS DE SALVATIERRA.

‘Más cerámica, menos plástico’

Mientras que el oficio del alfarero resiste las emboscadas de nuevos hábitos y costumbres, el de arriero desapareció por completo. Éste era la figura comercial. El encargado de vender la loza de barro por todo el mundo, según detalla Guisado. “Ellos compraban las piezas a precio de fábrica y las distribuían por todo el mundo”, explica Saavedra. Se refiere a la imagen del señor tirando de un burro cargado con alforjas repletas de piezas de cerámica. “Desaparecieron porque comenzaron a prohibirles adentrarse por la costa y otros lugares con los animales”, anota el presidente.

Ésta fue uno de las razones por las que comenzaron a disminuir las ventas del barro. Los cambios sociales, otra de ellas. “Hoy en día las costumbres son muy diferentes: las viviendas son más pequeñas y no se quieren muchos objetos en casa, y trabajan el hombre y la mujer y los tiempos para cocinar son otros”, afirma Saavedra. “Y a ello le sumas la irrupción de los materiales modernos más industrializados, como el plástico o el acero”.

Precisamente para hablar de estos materiales ambos alfareros toman aire y coinciden en el acierto de la campaña Más cerámica, menos plástico. Guisado subraya los beneficios de uno frente al otro. “El plástico está hecho de desechos y petróleo mientras que el barro es algo natural, extraído de la tierra y trabajado por las manos de un hombre”. Unas declaraciones que ejemplifica con los extras del botijo, que ayuda a filtrar impurezas del agua de forma natural y mantiene la temperatura, o la olla de barro. “En una olla exprés se hace la comida corriendo mientras que en una olla de barro se hace a fuego lento, como lo hacían las abuelas, y los sabores no tienen nada que ver”.

Hombres cargando elementos de barro en Salvatierra. Fotos: AMIGOS DE SALVATIERRA.

Las dificultades de la venta

Saavedra es de los pocos alfareros que se ha lanzado al marketing digital. Decidió abrir una tienda online. Reconoce que ha supuesto un revulsivo para su negocio y que le permite mantener un trato cercano con el cliente. “Ellos son especiales porque buscan algo original y auténtico, buscan ese calor humano que le dedicas a las piezas”. Aún así, admite que mantener la gestión digital no es tarea fácil. “Nosotros no somos grandes empresas con diferentes departamentos que gestionen la venta online. Somos autónomos o microempresas donde una o dos personas se encargan de todo: diseñar las piezas, elaborarlas, venderlas, llevar la administración, etc.”, apostilla. “Necesita mucha dedicación y saber adaptarse al tema logístico”.

Las ferias de artesanía y alfarerías son otra salida a estos productos. Un escaparate que se ha visto mermado por la crisis sanitaria ante la masiva cancelación de eventos. “El problema es que la producción y el material está hecho y ahora mismo no podemos recuperar ni siquiera eso”, lamenta el hombre justificando que, a pesar de que algunas muestras siguen en pie, “no hay cabida para todos los ceramistas de todo el país”. De ahí que reivindique una ayuda por parte de la Administración: “al igual que otros sectores como los feriantes aclaman que no tienen dónde trabajar, a nosotros nos está pasando igual”.

Otra de las oportunidades que busca el sector alfarero de Salvatierra de los Barros es el turismo de experiencias. “Antes de que comenzara el tema de la pandemia ya se hicieron algunas pruebas con grupos de turistas. Dos alfareros les demostraban cómo trabajar el barro y les ofrecían la oportunidad de meterse en el torno y hacerlo ellos mismos”, comenta. Un proyecto que se vio frenado por la llegada del Covid-19, al igual que la Feria Ibérica de la Alfarería y el Barro, una muestra en común con São Pedro do Corval, la freguesía de Reguengos de Monsaraz. Su vigésimo sexta edición estaba prevista que se celebrase en la localidad pacense durante el pasado mes de mayo, y que continuase reivindicado el uso tradicional y sostenible de la cerámica. Como reclamo turístico y, especialmente, como vía de supervivencia de la verdadera seña de identidad de Salvatierra de los Barros.

Francisco Saavedra, alfarero de Salvatierra de los Barros. Foto: ASOC. EXTREMEÑA DE ARTESANÍA.